William Fernández
encontró fortaleza en Dios
Empresario generaleño estuvo a punto de caer en
el abismo
Un
carro de último modelo, ropa de marca, colonias
caras, los mejores paseos y facilidad para obtener dinero. Esta parecía ser la
vida de un reconocido empresario generaleño.
Se
consideraba feliz con todo lo que tenía. Un negocio próspero, como la Ferretería
el 10 Menos, muy reconocido en Pérez Zeledón.
Pero,
con el tiempo la situación fue cambiando y todo este mundo lleno de
“maravillas”, parecía estar desapareciendo.
William
Fernández, un reconocido empresario generaleño, quien por muchos años formó parte de la junta directiva del
Municipal de Pérez Zeledón, comenzó a caer en un abismo, donde el poder que
logró con el dinero, ya no era tan bonito como parecía.
Las
deudas empezaron a carcomer su negocio, a tal punto que tuvo que declararlo en
quiebra, debido a que ya era imposible su recuperación.
Mientras
se sumergía y caía cada vez más, muchos pensaban en la fortuna que tenía y en
los paseos que haría con “tanto dinero” que se decía que tenía.
Su
vida tuvo un giro inesperado, pero su amor por Dios lo hizo ver las cosas
diferentes.
Hoy,
este reconocido empresario, comparte su historia de sufrimiento, de dolor, de
angustias, de momentos difíciles y de superación con el periódico Estrella del
Sur.
25 meses en el
desierto
La
Ferretería el 10 Menos, era un negocio con mucha solidez o al menos, eso era lo
que se creía.
Esta
empresa, fue parte de la herencia que le dio su padre y que la tenía en
sociedad con algunos hermanos.
Tras
las cuatro paredes del edificio ubicado en San Isidro de El General, había
mucho de fondo.
Un
hombre con poder, que no supo valorar lo que tenía, que se sumergió a las
debilidades y facilidades que brinda el dinero y que el dar crédito a sus
“amigos”, hizo que poco a poco, esa gran empresa comenzara a decaer y a perderse.
Las
deudas eran incontenibles. El sacar préstamos para hacer frente tampoco
solucionó nada y por el contrario, hizo que la balanza se inclinara más por lo
pendiente de pagar, que por lo que ingresaba por ventas.
Cuando
la situación llegó al límite, no hubo más opciones. Cerrar o cerrar era la
única alternativa.
“Se
tuvo que despedir a todo el personal y se asumieron deudas grandes por la
liquidación, pero se tenía que hacer, ya no había alternativa”.
Empezaron
las gestiones de venta de la infraestructura y se logró concretar, con ello,
afirma Fernández, se pudo pagar parte de las deudas.
Cuando
se puso el candado de cierre, lo único que le quedaba a William eran las
vitrinas y que también las puso en venta.
Teniendo
todo este panorama a su alrededor, aún no lo asumía como tal. Mañana tras
mañana, se levantaba, se bañaba, se alistaba y se dirigía al negocio, quizás
pensando que todavía lo esperaban sus compañeros de trabajo y que la clientela
llegaría como siempre.
Llegaba,
lo abría y se quedaba sentado junto al escritorio prácticamente durante todo el
día.
Uno
de esos tantos días, un conocido se le acercó y le dijo que ya era hora de que
cerrara el negocio y que no volviera más.
En
ese momento, entró como en shock, sin embargo, esa la fue la última vez que
entró al edificio, porque negocio ya no había.
“Si
me quedaba en ese negocio, el muerto iba a ser yo. Se tomaron decisiones sanas,
salí con mis cosas de la Ferretería y me sumergí en una vida que ni yo mismo
sabía lo que pasaba”, señaló.
Luego
de eso, empezó a caer y caer, no sabía qué hacer, no tenía trabajo, los recibos
de la luz y agua llegaban, también los compromisos de pagos de préstamos y
demás.
“Me
encasillaron como indigente, la gente me veía extraño y hasta pensaba que
después de cerrar el negocio, tenía mucha plata, cuando en realidad no sabían
el martirio que vivía.
Mis
amigos cuando tenía dinero ya no estaban, cuando entré en crisis muchos
desaparecieron, nadie me llamaba para saber cómo estaba, me sentía como en el
desierto, donde creo que estuve 25 meses en el desierto”, contó y sus ojos
llenos de lágrimas, reflejaban el sentimiento que sentía. Sin embargo, destaca
que durante esos 25 meses solo su madre y su hermano Beto, dijeron presente.
Y
es que también durante ese proceso de cierre, también tuvo malas tentaciones
que lo hacían pensar en aceptarlas o no.
Contó,
que en una oportunidad, recibió una oferta de personas fuera del cantón, donde
le dijeron qué cuánto dinero necesitaba y que lo pusiera a trabajar.
En
momentos difíciles como los que pasaba, esa era una posibilidad, pero afirma
que tuvo el valor para decirle que NO.
Pensar
en su padre, en los valores que le inculcó y en todo lo que podría pasar la
familia si aceptaba, prefirió no acceder al negocio y rechazar la oferta.
“Yo
pensaba en mi padre, en lo que nos enseñó, no fue fácil, porque mi negocio
estaba mal, pero tuve mucha fortaleza y decir que no”, agregó Fernández.
Dios está de su lado
En
esos 25 meses de angustias, William, afirma que tuvo una gran oportunidad, la de
estar más cerca de Dios.
Cuando
pasaba por momentos difíciles, decidió asistir más a la iglesia, donde empezó a
escuchar esa voz que lo hacía sentir un ser humano valioso.
Muchas
personas que nunca se imaginó, le empezaron a brindar una mano amiga, a darle
consejo y a creer en la posibilidad de salir adelante, a salir del abismo en el
que se encontraba.
El
no tener trabajo, fue una frustración muy grande para él, pero en la
oportunidad que le aparecía, a eso se dedicaba.
Se
hizo instalador, constructor, vendía lotes, en todo lo que podía se metía,
aunque no resultaba tan favorable como pretendía.
“Una
vez hasta me fui a pegar una cerámica, ni yo mismo creí que sabía hacerlo, pero
lo hice bien y eso me permitió tener un trabajito”, aseveró.
Con
el pasar de los días, William fue aprendiendo y viviendo con lo que tenía,
pocas cosas en comparación con todo lo material que en su momento llegó a
tener.
“Tuve
fe en el señor y paciencia, porque si seguía así de mal, no iba a llegar a
ningún lado”, dijo.
William
afirma que si no se hubiese aferrado a las manos de Dios, hasta en la
indigencia hubiera caído.
“Si
no hubiese encontrado a Jesucristo, no sería quien soy ahora, el Señor me
acompañó”, añadió.
Nuestro
entrevistado, nos contó que pasó de manejar sumas millonarias de hasta mil
millones de colones en su negocio a vivir con poco, a valorar más lo que posee
y a necesitar de Dios, más que de otra cosa.
Sus
hijos, también son una gran fortaleza, según contó, ellos se convirtieron en la
razón para no decaer, porque sabía que lo necesitaban como padre.
Roberto,
su hijo con capacidades especiales, era el que más lo necesitaba y asegura que
ya tiene 26 años, quien es toda una fortaleza.
“Sé
que me necesita, yo comparto mucho con él, pasamos mucho tiempo juntos”, contó
con una sonrisa en su rostro.
William,
logró conseguir trabajo en la administración del Supermercado El Cañaveral en
Palmares, una oportunidad que afirma le dio el dueño y a quien espera nunca
defraudar.
Ahora,
con una mira en firme, asegura que vivió mucho dolor, pero que también
aprendió.
“Lo
que me pasó es una gran enseñanza pues tuve una etapa de abundancia, pero que
debido a las circunstancias, llegué a la
escasez.
Ahora,
me considero un hombre fuerte, todo lo que viví es punto y aparte. Yo le dije a
Dios que quiero vivir, por eso planeo el día a día”.
Con
su historia, William, quiere mostrarle a todos, que pudo salir adelante, que
encontró en Dios la fortaleza y ganas de vivir.
Por eso, le dice a
todos, que siempre hay un camino y que de la mano de Dios, todos lo
encontraremos pues Él tiene un propósito para todos.
una gran persona y un gran empresario a pesar de las dificultades sigue siendo la persona amable que todos conocemos, adelante!
ResponderEliminarGrande Don William. Mis respetos a tan gran persona.
ResponderEliminarTuve la dicha de saludarle en enero de éste 2015... no dudo que Don William sea una gran persona !!
ResponderEliminarEsta es la mejor prueba de que Dios nunca abandona ni pone cargas más pesadas de las que podemos soportar !!
Lic.Goodwin
Me alegra ver que has salido, tus hermanos que desgraciadamente no estan en CR, no estuvimos fisicamente contigo, pero si en las oraciones diarias, no solo mami y Beto. Siempre estuvimos ahi, y ahi estaremos siempre.
ResponderEliminarAdmirable testimonio y más aún la humildad para compartirlo. Muchísimas gracias Don William!!!
ResponderEliminarGloria a Dios, que le ha permitido caer para luego levantarse como el ave fénix, muchas veces Dios permite eso para que valoremos lo que a veces no nos ha costado, bendito Dios que pudo levantarse a tiempo, aproveche ésta oportunidad, hay muchas personas buenas que aún quedan y están dispuestos a darnos una mano en los momentos que más lo necesitamos, no lo conozco quizás mi padre si, sigue adelante como testimonio vivo del amor que es capaz de dar Dios por uno de sus hijos, un fuerte abrazo.
ResponderEliminarQue gusto me da saber de tan honorable caballero, lo recuerdo con mucho respeto, aun más al leer parte de su historia. Adelante continúa con la mirada puesta en Dios.
ResponderEliminarBuen reportaje. ....gracias. linda historia
Espero que sigas adelante pues la lecciòn ha sido dura.
ResponderEliminarEs de valientes compartir lo vivido en una caída. Don William no lo conozco personalmente pero ojalá su testimonio nos sirva a muchos, adelante
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