miércoles, 23 de septiembre de 2015

Educador comparte sus vivencias con indígenas

Educador comparte sus vivencias con indígenas

Alexandra Ivanova

Largos viajes a pie de un pueblo al otro, creencias ancestrales y la necesidad de impartir clases en condiciones de extrema pobreza, fueron parte de las experiencias que vivió el educador pensionado,  José Rafael Leandro E., en el cantón bonaerense. Para dar a conocer
la historia de algunas comunidades, el adulto mayor compartió sus recuerdos con Estrella del Sur.
Por el momento, don José Rafael, más conocido como “Leandro”, se dedica a la fotografía y se puede observar tomando imágenes durante las actividades religiosas que se realizan en la Catedral de San Isidro de El General. No obstante, pocas personas saben que en el año 1964, don “Leandro” empezó su labor en el territorio indígena de Salitre, como director de la escuela del lugar y coordinador de Educación en la reserva.
En aquel entonces, don José Rafael llegó a la comunidad junto con su esposa y dos hijas pequeñas y tuvo que enfrentar muchas dificultades para atender las necesidades que se presentaban en el sector educativo.
“En aquellos tiempos, en el cantón funcionaba una organización, dirigida por Doris Z. Stone, una norteamericana propietaria de la mayoría de las acciones de la compañía bananera en Golfito y que organizó una junta indígena para ayudar a las familias. Con la ayuda de esta agrupación, en Salitre se construyeron dos casas para que los niños y niñas que llegaban de las comunidades muy alejadas, durmieran ahí de lunes a viernes,” contó el educador pensionado.
Asimismo, Leandro recordó que tuvo que hacer un gran esfuerzo para motivar a los menores a estudiar y se sintió muy satisfecho cuando más niños y niñas empezaron a asistir a clases.
Según el ex director, la cantidad de estudiantes oscilaba entre  75  y 80 niños y había que alimentarlos y vigilar por su seguridad, mientras que vivían en la residencia.
Don José Rafael, también dijo que en aquel entonces en la comunidad había una planta eléctrica y los mismos niños sacaban el agua de un pozo, mediante una bomba.  
“Una de mis hijas, quien tenía 4 años de edad, aprendió algunas palabras del idioma Bribri y nos decía que fuéramos a sacar agua,” comentó el adulto mayor.
Leandro, también dijo que algunos estudiantes llegaban de San Rafael de Cabagra y Olán y pasaban un día caminando para llegar al centro educativo, mientras que el personal docente estuvo integrado por tres maestros. 

Tenencia de tierras y falta de alimentos siempre han sido problemas en Salitre

Según el educador pensionado, el problema de tenencia de tierras siempre se presentaba en Salitre, ya que  había personas blancas y mestizas de otras comunidades y que querían vivir ahí.
“Una vez ayudé a conseguir un tractor para reparar el camino y  después un indígena me dijo que les hice daño, porque al abrir camino más personas ajenas a la comunidad se iban a apoderar de sus terrenos,” dijo Leandro.
Otra anécdota que recordó el adulto mayor, se daba porque muchos niños y niñas pasaban mucha hambre en aquellos tiempos.
“Una vez mi esposa dejó a un niño indígena cuidando los frijoles que se estaban cocinando y cuando volvió, el caldo le chorreaba por las bolsas, ya que ellos pasaban mucha hambre,” comentó el adulto mayor.
Don José Rafael, también recordó que una vez un indígena le enseñó a hacer carbón y cuando el carbón estaba listo, lo dejaron en el piso de casa.
“En la noche nos despertamos, ya que vimos mucha claridad en la casa pues todo el carbón se encendió, ya que no estaba bien apagado. Gracias a Dios que el piso era de cemento y no se quemó la casa,” dijo Leandro con sonrisa.
Para buscar una solución al problema de la falta de alimentos, el ex director ayudó a acondicionar mejor el comedor escolar y organizar la comida del estudiantado pues se les daba carne dos veces por semana.
El adulto mayor, también recordó de una discusión que tuvo con el ejecutivo municipal de aquel entonces.
“Una vez envié a un joven a hacer unos mandados a la ciudad y él amarró la mula frente a una carnicería, cuando apareció el ejecutivo municipal de aquel entonces, quien dijo que de acuerdo con una Ley establecida en el año 1939,  era prohibido amarrar caballos frente a los negocios y le quitó la mula y lo encerró en la delegación policial. Por ello, tuvimos una discusión muy fuerte pues él no entendía que a un indígena se trata diferente,” dijo el ex educador.
En el año 1967, Leandro fue trasladado a San José, pero en el año 1978 volvió a Buenos Aires como supervisor del distrito de Potrero Grande y desempeñó este cargo durante  2 años, donde tenía que atender 92 escuelas.
“Después de que dejé la supervisión, me dieron la dirección de una escuela y el nuevo supervisor era una persona muy buena. Recuerdo que una señora de la comunidad se sentía muy enferma y el supervisor le dijo que le iba a traer una medicina natural de Paraíso y cuando volvíamos se le olvidó traerla, por lo que llenó una botella de agua y se la llevó y la señora. Ella se la tomó y tenía tanta fe que se curó solo con agua pura de la quebrada,” relató Leandro.
El educador pensionado, añadió que en aquel entonces tenía que realizar visitas a Chánguena, por lo que había que pasar unas 4 horas caminando para llegar a un lugar donde estaba una balsa para cruzar el río.
“Para ir a la Escuela de Cantú, había que cruzar un río y solo 50 metros de terreno era plano pues el resto había que trepar una cuesta y a veces había que ir y volver el mismo día,” agregó don José Rafael.

Finalmente, Leandro dijo que en el año 1979 empezó a trabajar en San Pedro y luego en Las Mesas de Pejibaye, donde se pensionó en el año 1983.


En esta imagen, tomada por don “Leandro”, se observa la vecina de Salitre, Rafaela Lázaro, quien se desempeñaba como cocinera en el comedor escolar, acompañada de las hijas del educador, Yamileth y Mayra y dos niñas indígenas no identificadas.


En los años 60, casi no se había vehículos en territorios indígenas, según recordó el educador pensionado. El adulto mayor, comentó que las mulas y caballos se utilizaban como transporte en los centros educativos indígenas y la Escuela de Salitre no fue una excepción.
Como prueba de ello, en esta imagen se observa la niña, Yamileth Leandro, hija del profesor, quien en aquel entonces tenía 3 años de edad, montada en una mula propiedad de la escuela donde laboraba su padre.


Para que los niños y niñas de las comunidades alejadas del centro del territorio indígena tuvieran acceso a la educación, en la comunidad se construyeron dos casas dormitorios y esta fotografía captó a un grupo de estudiantes en el corredor de una de estas casas.

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