Educador comparte sus vivencias con indígenas
Alexandra Ivanova
Largos viajes a pie de un pueblo al otro,
creencias ancestrales y la necesidad de impartir clases en condiciones de
extrema pobreza, fueron parte de las experiencias que vivió el educador
pensionado, José Rafael Leandro E., en
el cantón bonaerense. Para dar a conocer
la historia de algunas comunidades, el
adulto mayor compartió sus recuerdos con Estrella del Sur.
Por el momento, don José Rafael, más
conocido como “Leandro”, se dedica a la fotografía y se puede observar tomando imágenes
durante las actividades religiosas que se realizan en la Catedral de San Isidro
de El General. No obstante, pocas personas saben que en el año 1964, don
“Leandro” empezó su labor en el territorio indígena de Salitre, como director
de la escuela del lugar y coordinador de Educación en la reserva.
En aquel entonces, don José Rafael llegó a
la comunidad junto con su esposa y dos hijas pequeñas y tuvo que enfrentar
muchas dificultades para atender las necesidades que se presentaban en el
sector educativo.
“En aquellos tiempos, en el cantón
funcionaba una organización, dirigida por Doris Z. Stone, una norteamericana
propietaria de la mayoría de las acciones de la compañía bananera en Golfito y que
organizó una junta indígena para ayudar a las familias. Con la ayuda de esta
agrupación, en Salitre se construyeron dos casas para que los niños y niñas que
llegaban de las comunidades muy alejadas, durmieran ahí de lunes a viernes,”
contó el educador pensionado.
Asimismo, Leandro recordó que tuvo que
hacer un gran esfuerzo para motivar a los menores a estudiar y se sintió muy
satisfecho cuando más niños y niñas empezaron a asistir a clases.
Según el ex director, la cantidad de
estudiantes oscilaba entre 75 y 80 niños y había que alimentarlos y vigilar
por su seguridad, mientras que vivían en la residencia.
Don José Rafael, también dijo que en aquel
entonces en la comunidad había una planta eléctrica y los mismos niños sacaban
el agua de un pozo, mediante una bomba.
“Una de mis hijas, quien tenía 4 años de
edad, aprendió algunas palabras del idioma Bribri y nos decía que fuéramos a
sacar agua,” comentó el adulto mayor.
Leandro, también dijo que algunos
estudiantes llegaban de San Rafael de Cabagra y Olán y pasaban un día caminando
para llegar al centro educativo, mientras que el personal docente estuvo
integrado por tres maestros.
Tenencia de tierras y falta de alimentos siempre han sido problemas en Salitre
Según el educador pensionado, el problema
de tenencia de tierras siempre se presentaba en Salitre, ya que había personas blancas y mestizas de otras
comunidades y que querían vivir ahí.
“Una vez ayudé a conseguir un tractor para
reparar el camino y después un indígena
me dijo que les hice daño, porque al abrir camino más personas ajenas a la
comunidad se iban a apoderar de sus terrenos,” dijo Leandro.
Otra anécdota que recordó el adulto mayor,
se daba porque muchos niños y niñas pasaban mucha hambre en aquellos tiempos.
“Una vez mi esposa dejó a un niño indígena
cuidando los frijoles que se estaban cocinando y cuando volvió, el caldo le
chorreaba por las bolsas, ya que ellos pasaban mucha hambre,” comentó el adulto
mayor.
Don José Rafael, también recordó que una
vez un indígena le enseñó a hacer carbón y cuando el carbón estaba listo, lo
dejaron en el piso de casa.
“En la noche nos despertamos, ya que vimos
mucha claridad en la casa pues todo el carbón se encendió, ya que no estaba
bien apagado. Gracias a Dios que el piso era de cemento y no se quemó la casa,”
dijo Leandro con sonrisa.
Para buscar una solución al problema de la
falta de alimentos, el ex director ayudó a acondicionar mejor el comedor
escolar y organizar la comida del estudiantado pues se les daba carne dos veces
por semana.
El adulto mayor, también recordó de una
discusión que tuvo con el ejecutivo municipal de aquel entonces.
“Una vez envié a un joven a hacer unos
mandados a la ciudad y él amarró la mula frente a una carnicería, cuando apareció
el ejecutivo municipal de aquel entonces, quien dijo que de acuerdo con una Ley
establecida en el año 1939, era
prohibido amarrar caballos frente a los negocios y le quitó la mula y lo
encerró en la delegación policial. Por ello, tuvimos una discusión muy fuerte
pues él no entendía que a un indígena se trata diferente,” dijo el ex educador.
En el año 1967, Leandro fue trasladado a
San José, pero en el año 1978 volvió a Buenos Aires como supervisor del
distrito de Potrero Grande y desempeñó este cargo durante 2 años, donde tenía que atender 92 escuelas.
“Después de que dejé la supervisión, me
dieron la dirección de una escuela y el nuevo supervisor era una persona muy
buena. Recuerdo que una señora de la comunidad se sentía muy enferma y el
supervisor le dijo que le iba a traer una medicina natural de Paraíso y cuando
volvíamos se le olvidó traerla, por lo que llenó una botella de agua y se la
llevó y la señora. Ella se la tomó y tenía tanta fe que se curó solo con agua
pura de la quebrada,” relató Leandro.
El educador pensionado, añadió que en
aquel entonces tenía que realizar visitas a Chánguena, por lo que había que pasar
unas 4 horas caminando para llegar a un lugar donde estaba una balsa para
cruzar el río.
“Para ir a la Escuela de Cantú, había que
cruzar un río y solo 50 metros de terreno era plano pues el resto había que
trepar una cuesta y a veces había que ir y volver el mismo día,” agregó don
José Rafael.
Finalmente, Leandro dijo que en el año 1979
empezó a trabajar en San Pedro y luego en Las Mesas de Pejibaye, donde se
pensionó en el año 1983.
En esta imagen, tomada por don “Leandro”,
se observa la vecina de Salitre, Rafaela Lázaro, quien se desempeñaba como
cocinera en el comedor escolar, acompañada de las hijas del educador, Yamileth
y Mayra y dos niñas indígenas no identificadas.
En los años 60, casi no se había vehículos
en territorios indígenas, según recordó el educador pensionado. El adulto
mayor, comentó que las mulas y caballos se utilizaban como transporte en los
centros educativos indígenas y la Escuela de Salitre no fue una excepción.
Como prueba de ello, en esta imagen se
observa la niña, Yamileth Leandro, hija del profesor, quien en aquel entonces
tenía 3 años de edad, montada en una mula propiedad de la escuela donde laboraba
su padre.
Para que los niños y niñas de las
comunidades alejadas del centro del territorio indígena tuvieran acceso a la
educación, en la comunidad se construyeron dos casas dormitorios y esta
fotografía captó a un grupo de estudiantes en el corredor de una de estas
casas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario